Canto yo y la montaña baila de Irene Solà: Una bellísima oda a la naturaleza

Con la tormenta y el rayo llega la muerte de Domènec, un campesino de los Pirineos. Después, de la mano de Dolceta, conocemos la historia de las mujeres señaladas como brujas del lugar. Sió, otro personaje maravilloso, nos cuenta como cría sola a sus hijos y lo que eso supone para ella. Canto yo y la montaña baila de Irene Solà es un recopilatorio de relatos que nos transporta a las montañas de los Pirineos Catalanes, en España, y nos remueve como el viento gélido de los más altos picos montañosos.

Es una novela mágica, pues no solo hablan las personas. Los animales, la naturaleza y la colisión de las montañas también tienen lo suyo que contar, algo que el tiempo les ha permitido conocer y que vive con ellos como un gran tesoro guardado. Solà es la encargada de darles voz a todos esos seres que no podemos escuchar pero que tantas cosas podrían decirnos.

 

Un retrato de la Cataluña más rural.

La forma que tiene Solà de describir a los personajes de la novela es, no solo bellísima, sino nítida y atinada. Posee un ojo especial y capta cada pequeño detalle que conforma el lugar: la forma de actuar de una perrita, la decoración de las casas antiguas de pueblo de montaña, los gestos de sus habitantes, la naturaleza. Incluso los pensamientos de las setas del bosque. Las pasiones, los dolores, la vida diaria de cada uno de ellos es casi un cuadro costumbrista hecho libro. Un retrato maravilloso de la Cataluña más rural narrado con metáforas, comparaciones y descripciones llenas de poesía.

El único problema del conjunto de textos está en su ritmo. Al tratarse de relatos narrados a prácticamente todos con las misma cadencia, su lectura se hace repetitiva. Podemos conectar con algunas historias, pero, otras, aunque bonitas en su narración, se me hacen más cuesta arriba, por esa sensación de repetición que me distraía. “Todas las historias son mentira. Óyeme. Todas las historias que cuentan. Las que dicen que somos malas. Mentira. Las que dicen que somos buenas y bonitas como la plata y que todos los hombres se encaprichan tanto que se tirarían a las lagunas. Mentira”, escribe Solà. Y más adelante añade: “La carne de una es el sombrero de todas. La carne de una es la carne de todas. La memoria de una es la memoria de todas. La oscuridad. Sí, la oscuridad. Como un abrazo. Deliciosa. Protectora. Acogedora. Como una caída. Incipiente. La tierra”. A pesar de eso, es un libro muy bello que retiene con facilidad el espíritu de las montañas y de todos los habitantes del lugar.

“Las pasiones también son más crudas aquí arriba. Más desnudas. Más auténticas”

El libro está unificado por la fuerza de las historias que sus personajes cuentan. Todos viven con una pasión especial los diferentes acontecimientos de su vida, todos son parte de la montaña y parecen compartir no sólo un mismo hogar sino unas mismas emociones que brotan del lugar más salvaje de los hombres: esa mezcla entre lo animal, lo natural y lo humano. Todos sienten algo con intensidad y a los lectores ese algo nos llega de una forma muy directa y bella.

Canto yo y la montaña baila es una novela de la que podemos oler la lluvia, escuchar los pájaros o sentir la inmensidad de la montaña. Igual que la humedad de los paisajes montañosos, la sensación de leer también ha sido refrescante por la forma tan bella de narrar las historias, manteniendo siempre ese no se sabe qué que tienen tanto la naturaleza como la literatura: algo mágico y muy especial que te atrapa y te libera a la vez. Algo único.

 

Marina Fernández López (@mbooks9) es licenciada en Criminología por la Universidad de Barcelona. Escribe sobre literatura, cine y teatro. Entre otras revistas y páginas web colabora con la página Psicología-Online.

 

Tags:
0 shares

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *