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La gestación y resurrección del horror en La Casa de las Almas, de Arthur Machen

 

“—Hechicería y santidad —declaró Ambrose—: he ahí las únicas realidades.

Cada una constituye un éxtasis que se distancia de la vida común y corriente.”

 

En La Casa de las Almas encontraremos cuatro de los mejores cuentos del autor inglés Arthur Machen (1863-1947), precursor y brillante exponente del llamado “horror cósmico” que hoy se asocia con H. P. Lovecraft. A Manchen se le ha comparado con otros escritores del género fantástico como Edgar Allan Poe y Algernon Henry Blackwood; el volumen editado por Perla Ediciones prueba que Machen fue puente entre el horror gótico y la Weird Fiction, un subgénero de la ficción especulativa en donde la ciencia ficción y lo fantástico se mezclan para causar terror en el lector.

Para Machen, el horror no está en la sangre roja abundante y volcánica, vulgar; está en aquellos lugares donde la carne y el alma convergen para separarse tras romper las costuras. El autor explica en su cuento “La Gente Blanca” (en voz del personaje llamado Ambrose) que detrás de la máscara del mundo que conocemos se esconde otro, accesible solamente a través de la susceptibilidad a lo primitivo: “A la mayoría de nosotros las convenciones, la civilización y la educación nos han vuelto ciegos y sordos, y nos oscurecen la razón natural. No; a veces podemos reconocer al mal por su aborrecimiento al bien”.

El horror de Machen está cimentado en lo esotérico y pagano. Él espolvorea frases en latín y alude a antiguos dioses —intrínsecamente sexuales— que se pasean entre líneas, rehusándose a saltar tras una esquina para espantar al espectador. Sí: oímos el aliento, pero nunca vemos los colmillos desnudos.

Los grandes clásicos como La Casa de las Almas pueden ser descatalogados, pero nunca serán irrelevantes: acecharán siempre detrás de las esquinas. Después de todo, la primera literatura humana fue la fantástica.

Personajes escabrosos.

Los protagonistas de estos cuentos fueron los que conjuraron al horror al violar con la ciencia aquellas leyes que no sabían que existían, y al hacerlo trajeron algo que dormitaba desde el alba de la humanidad. Son hombres listos e irremediablemente curiosos que olfatean al misterio como buenos sabuesos, inspirados por la quemazón-quemadura de una memoria inaccesible, que les dice que están frente a algo más allá de su percepción. Se enfrentarán a la locura todo con tal de alcanzar a rozar algo tan álgido que es celestial y demoníaco a la vez; peor que la muerte. Y Machen encarna esta dualidad en mujeres.

“Había un arrebato en la voz de Darnell al hablar que volvía su historia casi una canción, y respiró profundo cuando las palabras terminaron, lleno del recuerdo de aquel lejano día de verano, cuando algún encantamiento tocó las cosas comunes, transmutándolas en un gran sacramento, haciendo que las obras mundanas resplandecieran con el fuego y la gloria de la luz eterna.”

En “Un Fragmento de Vida”, no obstante, apenas se toca el miedo. En la vida ordinaria del matrimonio Darnell, entre discusiones de muebles, pintura y estufas, Edward sueña con un pozo y pastizales verdes, con las reminiscencias de gloria que palpitaron en el Edén o Avalon, tal vez. Machen busca transmutar lo ordinario y volverlo un sacramento, y justo como Darnell al narrar, sus pasajes son arrebatos casi cantantes, pero no les sobra ni una oración.

Valiéndose de la decimonónica voz omnisciente y de recursos como cartas y diarios, la prosa revela el misterio a pedazos, ayudándose de varios personajes que siempre se sientan a discutir los hechos con whisky o vino en la mano.

El problema de la sexualidad.

Ya sea ofreciendo la materia gris en cirugía para poder ver aquello que la humanidad nunca debió ver, volviendo a un pozo del que sale gente blanca a bailar, encapsuladas en gemas preciosas o jugando entre maleza con un hombre desnudo, las mujeres son rumores: visiones escondidas tras ventanas corrientes, pero tan susceptibles al horror, que se vuelven puentes para su poder destructivo. En el epílogo, S. T. Joshi propone que el autor cristalizó su horror a la sexualidad al darle una dimensión sobrenatural. Para Machen, el pecado es intentar penetrar a otra esfera superior mediante métodos prohibidos. Quizá por eso nunca explica bien el rito, puesto que el atrevimiento de querer ser más que humanos conjura algo que es nuestra antítesis.

La Casa de las Almas lo publica Perla Ediciones, un proyecto que apuesta por las emociones más antiguas de la humanidad —que nacieron gemelas y todavía hoy en día van mano en mano—: el asombro y el miedo. ¿Qué hombre prehistórico no se habría sentido asombrado y aterrorizado del fosfeno de un relámpago, seguido por el trueno? ¿Cómo podrían no creer que había entes sobrenaturales detrás? Fantasía, mitología, horror, folclore y cuentos alrededor de las fogatas: siguen siendo tan universales —e impactantes— como antaño.

En el prólogo, Guillermo del Toro asevera que “el mal nunca reposa, se está gestando”, mientras que Machen dice que “Londres ha sido llamada la ciudad de los encuentros; es más que eso: es la ciudad de las resurrecciones”. Gestación y resurrección: estos son los estados primitivos de los relatos de Machen, pero también de los próximos grandes clásicos.

 

Alicia M. Mares (Ciudad de México, 1996) es pseudónimo de Alicia Hernández SánchezSe licenció en Comunicación y Medios Digitales en el Tecnológico de Monterrey y es graduada del 12º Máster en Creación Literaria de la Universitat Pompeu Fabra. Ha publicado en la sección “Piensa Joven” del Heraldo de México, en las revistas digitales Carruaje de Pájaros y Efecto Antabus. Tiene una columna mensual en la Revista Palabrerías.

 

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  1. Gerardo

    Excelente reseña, te atrapa y comparte el gusto por la lectura

    1. Colofón Revista Literaria

      ¡Muchas gracias, Gerardo! Te invitamos a que te suscribas nuestra Newsletter para que te lleguen todos los meses reseñas como esta.
      Saludos,

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