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La pluralidad de la experiencia femenina en el siglo XX se hace literatura en Niña, mujer, otras de Bernardine Evaristo

         en esta vida todos encontramos a los nuestros

Bernardine Evaristo

 

En Niña, mujer, otras, Bernardine Evaristo utiliza el recurso de la polifonía para contar la vida de doce mujeres británicas negras que enfrentan los grandes desafíos de su género a lo largo del último siglo. A través de un caleidoscopio de argumentos, la escritora que también es dramaturga y poeta describe a una Gran Bretaña multicultural en donde la noción de negritud no está separada del pasado imperialista e incluye las perspectivas poscoloniales de descendientes de inmigrantes africanos y caribeños. La novela es un proyecto titánico que Evaristo lleva a cabo con gracia y sentido del humor.

La más joven de esas mujeres es Yass, de 24 años de edad, hija de una directora de teatro lesbiana con un académico gay, que intenta construir sentido en un ambiente que se encuentra en plena reestructuración de las identidades. La mayor es Hattie, una anciana abuela de más de noventa años, con un doloroso secreto, dedicada al cuidado de la hacienda que ha estado en su familia durante generaciones. Los personajes de esta novela experimental de 490 páginas de la que es imposible separarse son una mezcla de diversas realidades sociales, herencia y sexualidades. Evaristo las muestra desde la técnica del fluir de la consciencia, por eso no solo se conocen las historias, sino la manera como cada una las interpreta, su perspectiva particular. “Ha incluso contemplado la idea de extirparse el útero para librarse de las reglas de una vez por todas, lo que seguramente sería su mejor jugada profesional, una histerectomía táctica para mujeres ambiciosas con problemas menstruales”, piensa Carole, ejecutiva de una prestigiosa institución financiera, criada en una de las zonas más pobres de Londres.

“Creía que ser feminista era odiar a los hombres, aunque mientras escribía las palabras en el teclado se dio cuenta de que en realidad ella nunca había tenido una opinión al respecto”

Se encuentran allí las experiencias de las inmigrantes, de las mujeres pobres, de las que tienen empleos precarios y de las que han triunfado en la vida, de las que pertenecen a la clase media y que en el siglo pasado debieron escoger entre trabajar y criar una familia; hay violaciones, embarazos no deseados, amores correspondidos y no tanto. Hay mujeres que no tienen ningún interés en el mundo de los hombres. También hay lesbianas. Y también hay una no binaria, agénere, o sin género, como Morgan, bautizada como Megan, quien no se encuentra en su cuerpo de chica, pero tampoco propiamente se sentía hombre. “Haber nacido mujer no es el problema, el problema son las expectativas de la sociedad, ahora lo comprendo perfectamente y me alegro de haber entrado en el camino del cambio de sexo”, reflexiona.

Evaristo teje una telaraña de historias de mujeres todas interconectadas que a su vez cuentan la historia oculta dentro de la Historia patriarcal. El mundo hecho para los hombres en el que viven las mujeres y las maneras en las que ha comenzado a cambiar. Como toda buena literatura, en Niña, mujer, otras hay un eco constante de otras escritoras: la agudeza para describir el presente de Roxane Gay; la comprensión de lo femenino en su contexto histórico de Margaret Atwood o la consciencia de la condición doblemente periférica del sujeto femenino afrodescendiente de Chimamanda Ngozi Adichie. Incluso el personaje de Hattie recuerda, a ratos, la heroína ecologista de Sobre los huesos de los muertos de Olga Tokarczuk. A todas estas autoras y muchas otras Evaristo hace un guiño dejando en evidencia que ella misma es, principalmente, una lectora.

Los complejos del género femenino y sus contradicciones aparecen en Niña, mujer, otras como una enorme cobija hecha de retazos, una imagen que puede servir para explicar por qué Evaristo describe su novela como “literatura de fusión”; una etiqueta que, por cierto, acuña ella misma. En realidad, esta publicación que ganó el Man Booker Prize en 2019 —junto a Los testamentos de Atwood— y que tradujo Julia Osuna Aguilar para Alianza de Novelas es un libro de libros. Porque no solo cuenta la historia de 12 mujeres, sino que involucra a todos aquellos que forman parte de sus vidas, por más rauda que haya sido su intervención. Así, lo que Evaristo presenta es un portento en la estructura narrativa porque el inmenso trabajo de tejer todas esas historias sin que al lector se le haga pesado el cambio de anécdota es uno de los proyectos más ambiciosos de los que se tiene noticias en la literatura actual.

 

Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora de la novela Malasangre (Anagrama, 2020), del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

 

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