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Rodrigo Fresán: “No me siento particularmente argentino”

Como el personaje principal de su más reciente novela, La parte inventada, quien reflexiona largamente sobre qué significa ser escritor, Rodrigo Fresán no puede separar su vida de la literatura, porque desde que tiene memoria su mayor aspiración fue ser lector: a los cuatro años ya contaba las horas para entrar a primer grado para descubrir qué encerraban las tapas del los libros. “De hecho, ya leía algo, porque mis padres eran un matrimonio clase media intelectual de los años sesenta. Tenían muchos libros y ya yo, por ejemplo, veía el logotipo de Coca-Cola y sabía qué decía allí”, cuenta el autor nacido en 1963.

La escritura vino luego, con el tiempo. Primero tuvo que dejar Argentina para mudarse a Venezuela, porque su padre era incómodo para la dictadura. Después volvió a su país y publicó en 1991 su primer libro de cuentos, Historia Argentina que Anagrama reeditó en 2009. En 1998 vino La velocidad de las cosas con la cual se dio a conocer, cuando la prensa de su país la declaró una de las mejores novelas publicadas ese año. Luego se mudó a España y aunque es uno de los autores argentinos referenciales de su generación, no se considera particularmente argentino.

Debe ser el exilio providencial de los escritores, ese que los acompaña aunque nunca dejen su país.

Así llegó Fresán a la escritura y también llegó su obsesión a la reflexión sobre la literatura.

– En tus libros reflexionas una y otra vez sobre la imagen del escritor y el significado de su oficio, pero en La parte inventada haces algo más: deshacer la imagen heredada de la tradición del escritor romántico, esta voz autoral que dicta cómo es el mundo y presentas un personaje más horizontal que toma de lo literario, pero también de lo pop.

– La tradición es lo que está forzado. Creo que todos los escritores son pop desde siempre y son también polimorfos y perversos. No es un fenómeno que empiece conmigo o con mi generación. Ni si quiera con J. D. Sallinger o con Scott Fitzgerald que están todo el tiempo imbuidos de esquirlas pop. Lees una novela de Jane Austen y ella se detiene a describir un baile de salón y el modo en que se relaciona la gente. No hay ninguna diferencia entre eso o poner el título de una canción de rock o citarla en el contexto de una novela o cuento. Ella está siendo tan pop como yo. No me interesan los escritores aleccionadores o portadores de una verdad superior, prefiero al que está tratando de contar una historia y que tampoco tiene todas las certezas. Los que se sientan a escribir con todo claro me producen una gran admiración pero me parecen aburridos. Cuando escribo no quiero perder mi condición de lector y me gusta preguntarme sobre mi mismo y sobre qué va a pasar a continuación.

«Creo que todos los escritores son pop desde siempre y son también polimorfos y perversos. No es un fenómeno que empiece conmigo o con mi generación»

– ¿Qué te hace sentarte a escribir una historia?

– No tengo ni si quiera certezas genéricas. La percepción que tengo de mi obra es que los diferentes libros son ambientes de una casa de la cual no tengo clara la planta y voy prendiendo y apagando luces y abriendo y cerrando puertas. Está todo integrado pero no veo la totalidad del mapa y posiblemente no lo veré nunca.

– Como alguien que disfruta y está influenciado por la literatura estadounidense,  ¿cuál crees que es el gran aporte de esa tradición a Latinoamérica?

– La literatura anglosajona conecta con la argentina. Tiene otro grado de potencia y de difusión y es más poderosa, pero me hace pensar en el ensayo “El escritor argentino y la tradición”. Allí Jorge Luis Borges dice que puesto que tenemos que vivir con la fatalidad de ser argentinos, debemos consolarnos pensando que nuestro tema es el universo. Esto nos acerca los norteamericanos, que parten de lo propio pero no tienen muchos límites, pero separa a la argentina del resto de la literatura latinoamericana. No me siento particularmente argentino: me fui muy joven de ese país, leo mas literatura norteamericana, vivo en España y estoy casado con una mexicana, así que mis vínculos con la cultura argentina son meramente literarios. Pero tampoco he conocido nunca a nadie que diga: ‘Quiero escribir la gran novela argentina’. El género rey en ese país es el cuento y el escritor rey, un cuentista. la tradición argentina está apoyada sobre buenos lectores y en las ficciones del país siempre hay cuentos o novelas sobre escritores, hay libros, alguien está leyendo o alguien encuentra un manuscrito extraño. Mientras las raíces del resto de la literatura latinoamericana están hundidas en la tierra, las de Argentina están hundidas en la pared de la biblioteca. Me parece que eso la conecta también directamente con la norteamericana.

– La tradición cultural de tu país también está marcada por el género fantástico.

– La literatura argentina es la única en Latinoamérica, y posiblemente en el mundo, en la cual todos sus grandes escritores canónicos se han conectado a lo fantástico. Eso parte de una necesidad de irte o de inventarte una realidad alterna poblada por máquinas o por  fantasmas. Tampoco me parece casual que el cuento sea el género rey en Argentina, porque su historia es convulsa y de ciclos cortos, cada vez más cortos, como para generar una trama novelística y pertenecen más bien al mundo del cuento. Miremos por ejemplo su historia política y deportiva: hay tres Perones. El primero, el Perón con Evita y también hay uno que vivió en el exilio. Hay varios Maradonas, varios gobiernos militares. Hay tres Carlos Saúl Menem y varias Cristinas Fernández de Kirchner. Son personajes de cuentos.

«Mientras las raíces del resto de la literatura latinoamericana están hundidas en la tierra, las de Argentina están hundidas en la pared de la biblioteca. Me parece que eso la conecta también directamente con la norteamericana»

– Entre los autores clásicos de su país rescata la literatura de Casares.

– Para mi es mejor que Borges. He tenido problemas por esa afirmación, pero es así. Leí La invención de Morel por primera vez en Venezuela, en la edición de Alianza y hay una cosa que me sorprendió fue ese toque que Bioy lo pone como algo exótico del, personaje que termina recordando el himno nacional venezolano y eso era lo que yo cantaba todas las mañanas en el colegio y el puso allí como un mecanismo para que causase extrañeza porque nunca sabes de dónde viene el narrador y entonces me pareció muy raro. Primero pensé: al fin un escritor argentino que escribe como a mi me interesa. Y luego pensé: es venezolano el protagonista y yo vivía en Venezuela. Fue una conjunción interesante.

 

Michelle Roche Rodríguez es autora del  ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

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