Unas palabras sobre Emilio, de Jean-Jacques Rousseau

Nunca se deja de leer lo suficiente a Jean-Jacques Rousseau, uno de los principales inspiradores de la Escuela Nueva, movimiento de renovación pedagógica surgido en el siglo XIX, que tuvo como primordiales pedagogos a John Dewey, María Montessori y Jean Piaget, entre otros, y cuya influencia llega a nuestros días. Nunca se deja de estudiar a Rousseau, de ahí que celebremos la cuidada reedición que ha hecho Alianza Editorial del clásico. En efecto, la obra donde Rousseau volcó sus vitales ideas educativas es un antecedente directo de las principales ideas pedagógicas que los docentes seguimos en la actualidad.

En la novela Emilio, o De la educación, de 1762, se promueven reflexiones originales y profundas sobre la escuela en el siglo XVIII, proponiendo un cambio radical en el sistema pedagógico. Allí Rousseau define la base de una educación renovadora, acorde al pensamiento de la Ilustración, a través de la revisión crítica de la educación tradicional. En Emilio se expone también la idea de que la pedagogía ha de respetar los instintos naturales buenos del ser humano, configurándose como una guía para que se desarrollen libremente y lo menos artificiosamente posible.

Las ideas de Rousseau ponen asimismo el acento en la figura del maestro, toda vez que se ensalza el respeto que ha de tenerse hacia el estudiante. El niño ha de vivir un aprendizaje significativo, por lo que el educador debe implicarse muy profundamente para generar situaciones donde se revele un aporte educativo real. En la Escuela Nueva, al hilo de estas ideas de Rousseau, la enseñanza se apuntalará en oportunidades de aprendizaje bien definidas, en concordancia con la búsqueda de un itinerario educativo natural.

 

La Escuela Nueva.

Rousseau apuesta por el individualismo en cuestión de educación. Se educa con un solo preceptor y los fines sociales son individuales, lo cual es algo que chocaba de frente con las convenciones establecidas en su época. En Emilio, Rousseau indica que para que el estudiante reciba una educación que siga un ritmo natural, que le prepare para el sendero de la razón, precisa la participación de tres categorías educativas: la educación de la naturaleza, la educación de las cosas y la educación de los hombres. Por lo tanto, con estas premisas, se están apuntando por primera vez algunas de las características más importantes de la Escuela Nueva, por ejemplo, el volver la mirada a la naturaleza como la esencia de la vida, el hecho de que se conceda y se reconozca la personalidad del niño, y el que se constituya un itinerario educativo integral y gradual.

La pedagogía tiene una razón de ser, y es establecer en la infancia la idea de libertad a través de las actividades y experiencias de aprendizaje, en lugar de ser recipiente de enseñanzas por parte de los demás. Al respecto, para Rousseau el niño ha de empezar a ser educado desde su nacimiento, buscando protegerle de hábitos que a la postre le hagan esclavo. Tiene un pensamiento abierto, y considera que la educación religiosa no ha de ser confesional, y debe implementarse en una etapa avanzada, entrada ya la edad del uso de razón. Rousseau inspira con eso los presupuestos de la Escuela Nueva. La idea fundamental es que el protagonista del proceso educativo sea el estudiante, de forma que la educación se realice en función de sus propios intereses y necesidades, y que aprenda en base a sus propias experiencias.

El ideal de Rousseau pasa por distinguir específicamente a niños y adultos en cuestión de aprendizaje. Y es que hasta el momento en que el filósofo ilustrado escribe los niños eran educados como si se tratase de pequeños adultos. Rousseau considera que durante la infancia y la adolescencia se cuenta con maneras particulares de ver, pensar y sentir. Los educadores deberían, por consiguiente, reflexionar y tomar en consideración esas diferencias, y respetarlas, ya que un niño va a mantener siempre su naturaleza de niño a pesar de que se le quiera tratar como a un adulto. Cualquier enseñanza debe estar enfocada, por tanto, a la realidad de su naturaleza. Debido a esto, considera que la educación habría de ser gradual, determinada por edades. El papel del maestro es manejar el desenvolvimiento vital natural que experimenta el niño, tratando de intervenir de la manera más escueta posible en su proceso de formación.

 

Los estudiantes.

Rousseau fue una gran fuente de inspiración para Dewey, quien planteaba abiertamente que el propósito de la educación debía estar basado en los intereses de los mismos estudiantes, por su curiosidad y disposición interior hacia determinados aspectos del conocimiento, los cuales han de ser canalizados y desarrollados, de forma que despunten las habilidades y capacidades innatas de cada uno.

También hay que comentar que, en Emilio, Rousseau establece las premisas de una educación viable en una sociedad utópica conformada por ciudadanos libres, los cuales son partícipes activos de la organización de su comunidad y las cuestiones públicas. Se trata de que el estudiante sea preparado para esa sociedad ideal. La idea es crear un tipo de sujeto nuevo para una sociedad nueva y deseable. En esto coincide con una característica esencial de la Escuela Nueva, tal y como la expone Dewey, que en sus presupuestos manifiesta su intención de fomentar el compromiso y participación del ciudadano en el sistema económico-social, de modo que se convierta en una pieza imprescindible para las decisiones políticas y contribuya, en términos prácticos, al progreso de la sociedad.

En resumen, las aportaciones progresistas de Rousseau son cardinales y son la fuente de la que beberán los teóricos de la Escuela Nueva. Sobre todo, el hecho de que ubique al niño en el centro de interés y que tome en consideración su naturaleza, es uno de los puntos principales que le aproximan a la pedagogía contemporánea, y que no debemos de dejar seguir hoy en día.

 

José Luis Crespo Fajardo es profesor de la Universidad de Cuenca en Ecuador.

Luisa Pillacela Chin es investigadora independiente, también residenciada en Ecuador.

 

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  1. Muchas gracias por publicar nuestro texto. La revista Colofón es muy bonita y su actividad como editores merece los más grandes elogios. Un abrazo fraterno desde Ecuador.

    Luisa Pillacela Chin y José Luis Crespo Fajardo

    1. Colofón Revista Literaria
      15 noviembre, 2019

      Estimados Luisa y José Luis:

      El artículo que nos envían es muy bueno: digno de darse a conocer. En nuestras redes sociales vemos un creciente apoyo a sus palabras. Aquí estamos a la orden para futuras referencias. Un abrazo desde España.

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