En Ya sabes que volveré, Mercedes Monmany analiza la experiencia femenina del genocidio literario
“Mi corazón es una exclusa a la que llega, una y otra vez, una nueva riada de sufrimiento”
Etty Hillesum
No existe una falta tan grande como la de una ausencia. Mercedes Monmany lo sabe y, por eso, se ocupa de tres: Etty Hillesum, Gertrud Kolmar e Irène Némirovsky. En el ensayo Ya sabes que volveré, la crítica especializada en literatura contemporánea estudia uno de los aspectos menos discutidos del Holocausto: el genocidio literario desde la perspectiva de las mujeres. “Muchos talentos del futuro, muchos protagonistas de lo mejor de las artes y las letras que, con toda seguridad, vendrían años después, fueron segados salvajemente, de cuajo, escamoteándonos a la posteridad lo mejor de su arte y su pensamiento”, escribe en la introducción al libro, donde sitúa en su entorno intelectual y social las biografías de Hillesum, Kolmar y Némirovsky y de otros autores judíos, incluyendo el escritor italiano y químico Primo Levi e Imre Kertész, el húngaro ganador del Premio Nobel de Literatura en 2002.
Dividido en tres capítulos donde se dedica a analizar en profundidad el caso de cada mujer, el ensayo publicado por Galaxia Gutenberg escarba en el contexto cultural donde las tres autoras de obras de probada calidad fueron primero alabadas y luego enviadas al campo de exterminio de Auschwitz, como consecuencia de la decisión tomada en otoño de 1941 durante la Conferencia de Wannsee por los jerarcas nazis de concretar la “solución final”. Así llamaban al proyecto para eliminación total de la población judía europea, un proceso que implicaba la deportación sistemática y exterminio de toda persona calificada de judía por las leyes raciales alemanas, independientemente de la religión que profesara. Las historias de Hillesum, Kolmar y Némirovsky no son solo tragedias porque ninguna de ellas llegó a cumplir los 50 años de edad, sino porque cuando fueron deportadas al campo de concentración ubicado en Polonia estaban todas en la madurez literaria y hubieran podido producir obras mucho más extensas. Así Monmany muestra que el Holocausto detuvo el desarrollo cultural de Europa. Señala los libros que se perdieron o no llegaron a escribirse, no porque sus autores (y autoras) fueran censurados por sus ideas, ni si siquiera por tomarse en cuenta nada de su obra, sino por un asunto extraliterario: porque no se les consideraba parte de la humanidad.
Con Ya sabes que volveré, Monmany ganó el Premio Caballero Bonald de ensayo.
El diario de Etty Hillesum y la poesía de Gertrude Kolmar.
La más joven de las tres autoras, la holandesa Hillesum, murió a los 29 años, a dos meses de llegar a Auschwitz, a donde había sido deportada por decisión propia, solo por no abandonar a su anciano padre, aunque le ofrecieron varias veces la opción de huir. Dos años antes, había comenzado un Diario. El escrito puede leerse como una novela de formación—el personaje de una joven judía en el proceso de convertirse en una intelectual europea— y cuenta el ascenso del brutal antisemitismo en su país. El texto lo publicó en castellano la editorial Anthropos en 2016, sello que también ofrece el compendio de las cartas que escribió en el campo de tránsito de Westerbork, en donde trabajó para el Consejo Judío de Ámsterdam —un empleo que le permitió ayudar a muchos presos a escapar—. “Semana tras semana, con muy raras excepciones, 93 convoyes llevarían a todos los judíos holandeses a los campos de exterminio”, se lee en Ya sabes que volveré: “Los convoyes (…) marcaban por completo la vida del campo y arrojaban sobre sus ocupantes una permanente y terrible amenaza”.
La poeta Kolmar era la prima favorita de Walter Benjamin, a quien él siempre identificó como una excelente escritora y su alma gemela. En 1943, después de trabajar dos años como esclava para fábricas de armamento en Berlín, murió a los 48 años, no se sabe si ocurrió de camino a Auschwitz o recién llegada allí. En su juventud se vio obligada a abortar por presiones de su familia y publicó tres libros de poesía que recibieron muy buenas críticas; al momento de su muerte dejaba inéditas novelas y obras de teatro.
“Cuando comienzo una nueva obra en un estado de impotencia y desesperación, me parezco a esos que impulsan desde el fondo de un valle para elevarse hacia la cumbre”
Gertrud Kolmar
Su poemario más popular es Mundos, rescatado a finales del siglo XX. Escrito en 1937, el volumen compuesto por 17 poemas se publicó una década después, cuando la autora ya tenía cuatro años fallecida. “Los grandes temas que siempre estarían presentes a lo largo de toda su obra poética, se hallaban plenamente condensados en esta magnífica obra Mundos: el amor, la pérdida del niño que ya nunca vendría al mundo y al que se dirige como si estuviera vivo, o también una estrecha complicidad con el mundo vegetal y animal, en lugares bien lejanos, o simplemente exóticos (…) hacia los que podía volar con la imaginación y en los que encontraba un refugio de la opresiva realidad que la rodeaba de forma cotidiana”, escribe Monmany sobre el libro cuya traducción en castellano la publicó el sello Acantilado en 2016. Errata Naturae editó su novela Susanna.
La célebre narradora, Irène Némirovsky.
A pesar de que en 1939 se había convertido al catolicismo, de que era la autora mejor pagada de Francia—ganaba más que su marido, Michel Epstein, quien era el director del Banco de los Países del Norte— y de que muchas obras suyas se habían publicado en conocidas revistas antisemitas, Némirovsky también murió en Auschwitz en 1942. Tenía 39 años.
En ese momento se borró de la historia una pieza fundamental de la literatura francesa. Solo hasta 2004 fue rescatada la obra de la autora, al descubrirse los 2 primeros de los 4 volúmenes de su ahora célebre Suite francesa —murió antes de terminar los otros dos 2—. Sus hijas los habían sacado de Europa en unas maletas, sin saber qué contenían. Ese año, la novelista recibió, postmortem, el Premio Renaudot de Francia. Su popularidad ya estaba en pleno ascenso para 2007, cuando apareció otra novela suya, El ardor de la sangre. Estos libros y otros 15 de su bibliografía pertenecen al catálogo de la editorial española Salamandra.
“Se extasiaban con el desparpajo conque una rusa que no hacía más de diez años que vivía en Francia manejaba la lengua de Racine”
Irène Némirovsky
La fama que ha alcanzado hoy la autora nacida en Kiev en 1903, distinta a la que tenía en los años 30, no está teñida por la polémica que la acompañó en vida. Refiriéndose a su primera novela, David Golder, la historia de un comerciante judío hecho a sí mismo en sus últimas horas de vida, Monmany escribe: “Muchos, en vez de ver en esta obra una magnífica y melancólica fábula tolstoiana, autor devocionado por Irène, basada en sus propias experiencias y en lo que había sido su vida desde pequeña, como hija de un gran banquero, verían tan solo la manida ‘tipología’ del judío desarraigado, apátrida, especulador, amante del dinero y amoral en los métodos para conseguirlo”.
De esa manera la crítica literaria aborda el asunto del “judío que se odia a sí mismo”, el cual le permite matizar el análisis de la recepción de la obra de Némirovsky en su época y vincular su pensamiento con el de intelectuales, como Karl Krauss o Hannah Arendt, quienes han sido culpados de disfrazar su origen hebreo para integrarse a la sociedad occidental, debido a que supuestamente se sentían parte de una minoría sufriente y perseguida. El tema de fondo allí, escribe Monmany, es “hasta dónde y qué límites pueden ponerse al ejercicio de la Verdad Total, la verdad despiadada y sin clemencia, por parte de un pensador o escritor”. Este es uno de los tres asuntos, aparte del genocidio literario, sobre los cuales Ya sabes que volveré elabora una extensa disquisición. Los otros dos son la incapacidad de los hebreos hasta el siglo XX para asumirse dentro la cultura europea y el colaboracionismo de muchos miembros de esa minoría con el sistema nazi, a través de los consejos judíos. Un tema lo discute Monmany en el contexto de la biografía de la poeta Kolmar quien, como su primo Benjamin, pertenecía a la alta burguesía judía laica y (supuestamente) asimilada; el segundo, en el del trabajo de Hillesum, quien siempre se sintió mal por las prerrogativas que le ofrecían sus labores de funcionaria. En el fondo, se trata todo de lo mismo: la radical alteridad que en la época significaba sentirse judío, solo que Monmany lo usa para escenificar el papel crítico del intelectual con la sociedad a la que pertenece. Este examen riguroso ya no tanto de las circunstancias de Hillesum, Kolmar y Némirovsky, sino de su perfil como pensadoras hace de Ya sabes que volveré un ensayo fundamental para comprender la necesidad de la literatura en la vida
Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com
Si te gustó esta reseña, seguro te interesará las que escribimos de: El libro tachado de Patricio Pron (ensayo) y Kanada de Juan Gómez Bárcena (novela).