Robert O. Paxton hace la Anatomía del Fascismo en un ensayo inquietante y cercano

¿Está Europa avanzando hacia el fascismo? El ensayo Anatomía del fascismo  podría ayudar a responder esta pregunta. Allí, Robert O. Paxton nos invita a salir de las definiciones tradicionales y de los estereotipos y nos centra no en la reflexión sobre lo que dijeron, sino en qué hicieron los fascistas italianos y alemanes. El resultado es que resalta las relaciones problemáticas que tiene la definición de fascismo cuando se aplica a la España franquista, el Estado Novo de Portugal de António de Oliveira Salazar o la Francia de Vichy —período histórico del cual Paxton es especialista. A estos tres últimos gobiernos, los caracteriza de dictaduras tradicionales: “Aunque los regímenes autoritarios pisotean a menudo las libertades ciudadanas y son capaces de una brutalidad criminal, no comparten el ansia del fascismo de reducir a la nada la esfera privada”. Explica que mientras el fundamento de este sistema es la movilización de un pueblo —cuyos rasgos define con cuidado la propaganda del Estado—, “los autoritarios” prefieren la pasividad de la gente.

Los límites al fascismo que Paxton propone son útiles para explicar el ascenso del populismo conservador en Estados Unidos y la radicalización de la derecha en Europa. No piensa que se esté imponiendo el fascismo en estos lugares, pero entre líneas puede leerse cómo se acercan peligrosamente, en especial a través de dos conductas correspondientes a sus etapas tempranas: la primera es la erosión de las instituciones libres y la segunda ocurre en sociedades donde se tolera el tratamiento ilegal de los llamados “enemigos” de la nación. Los países donde los políticos más votados no pueden servir a los ciudadanos, pero sí pueden hacerlo aquellos que han vulnerado las arcas públicas, y donde todos los problemas de la comunidad encuentran en un grupo la cabeza de turco —los inmigrantes centroamericanos, en el caso de Estados Unidos; los musulmanes, en Europa— no son propiamente fascistas —quizá ni si quiera verdaderamente “fachos”, la palabra de moda— pero han comenzado su andadura hacia ese ominoso territorio.

El valor de Anatomía del fascismo no se encuentra en su definición de un sistema político. Este minucioso ensayo demuestra la tesis de Michel de Foucault —en Las palabras y las cosas e Historia de la sexualidad— de que el poder no se encuentra en un solo sitio, sino que lo atraviesa todo, principalmente las redes de discurso. Por eso, para revisar la vigencia de ciertas posiciones conservadoras debemos empezar analizando qué tan estrechos de miras somosQué decimos y cómo contribuimos a eternizar los discursos binarios.

 

Una historia de erratas.

Entre las muchas equivocaciones surgidas del simplismo con el cual definimos el término fascismo, tres de las señaladas por el politólogo e historiador estadounidense considero fundamentales anotar aquí. La primera es equipararlo con su dirigente, pues eso desvía la atención de quienes son culpables de la perdurabilidad en el poder de los sátrapas. Ningún loco aislado puede tiranizar sin ayuda a un pueblo y no hay carácter nacional ni “historia defectuosa” que sustituya la voluntad del colectivo. “Si podemos entender por qué no actuaron el sistema judicial ni las autoridades civiles religiosas o la oposición ciudadana para poner freno a Hitler en noviembre de 1938 [después de la Noche de los Cristales Rotos], habremos empezado a entender los círculos más amplios de aquiescencia individual e institucional dentro de los cuales una minoría militante era capaz de liberarse lo suficiente de impedimentos limitadores como para poder realizar un genocidio en un país hasta entonces civilizado y refinado”.

“Si el fascismo había tenido una oportunidad, se había debido en parte a la desecación y el estrechamiento del propio liberalismo”

Los otros dos errores son la supuesta trascendencia del antisemitismo y el talante antiburgués del fascismo. Paxton recuerda que en la Marcha Sobre Roma participaron unos doscientos hebreos y que Benito Mussolini tenía muchos amigos de esa religión; de hecho, el antisemitismo italiano comenzó a exacerbarse hacia finales de la década de los años treinta, cuando Italia y Alemania eran socios y la historia avanzaba, inexorable, hacia la Segunda Guerra Mundial. El desprecio por la burguesía es un poco más difícil de marcar con fechas. “Cuando atacaban a la burguesía, [los fascistas] lo hacían porque era demasiado débil e individualista para hacer una nación fuerte”, explica el colaborador de The New York Review of Books antes de aclarar que una vez llegados al poder, solo confiscaban las propiedades de los enemigos políticos; además de esta política están los sistemas económicos que impusieron: se limitaron a sustituir las fuerzas del mercado por la administración económica estatal.

En la rectificación de estas equivocaciones históricas y otras más, en la profusión de aclaratorias en forma de notas al pie de página que atraviesan al libro entero y en la inclusión de una bibliografía comentada, Anatomía del fascismo es un documento fundamental para la comprensión de la teoría política contemporánea. Y por encima de todo esto, el ensayo editado por Capitán Swing y traducido por José Manuel Álvarez Flórez nos enseña algo fundamental para los peligrosos tiempos que corren: la necesaria contextualización de todas nuestras opiniones políticas. Porque, como dice el lugar común, el diablo está en los detalles. Y el fascismo, también.

 

Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

 

 

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