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En Casas vacías, Brenda Navarro usa la maternidad para mostrar a los desaparecidos

Una mujer que es madre sin desearlo; otra que está obsesionada con serlo y no lo logra; el niño entre ambas, rechazado y arrebatado, presente y ausente, tras su desaparición en un parque. Este es el argumento de Casas Vacías, la primera novela de la mexicana Brenda Navarro, publicada por Sexto Piso. La madeja de la novela es la maternidad: la deconstrucción de ese bordado precioso que las mujeres cargamos desde niñas sin que se nos permita sospechar que, en ocasiones, ser madre se parece más a una piedra que a una flor.

Navarro deshilvana la(s) maternidad(es) en un delicado equilibrio de crudeza y bondad. A través de un lenguaje agudo y preciso, da voz a dos mujeres sin nombre, diferentes en cuanto a clase y lenguaje, pero idénticas en su soledad. Con oraciones tan potentes como telegráficas, la autora nos asoma al interior de las casas vacías: estos cascarones de mujeres que nadie ha visto por dentro, porque a nadie le interesa.

Sin embargo; la maternidad no es, ni de cerca, la única imagen del libro. Agazapado, como asomándose detrás de una piedra, irrumpe el horror de los desaparecidos. Se trata de una flecha que atraviesa al texto, como “los dardos que, aunque no pertenecen al tablero, llegan rápidamente y de forma agresiva a romper la normalidad”.

Daniel, un niño autista de tres años, es el rostro de un país en el que según las cifras oficiales hay 61 mil 637 personas desaparecidas. Daniel, con su llanto que llegó tarde, con el pasmo que permitió que se lo robaran. Leonel, el niño nuevo que nació en un parque, con sus ojos azules y sus pestañas tupidas. Un mismo niño que se divide, que se duplica para ajustarse a lo que cada una de sus madres proyecta en él, fue el símbolo escogido por Navarro para hablar de la tragedia humanitaria por la que atraviesa México.

No es casualidad que Daniel/Leonel sea un niño que no habla. Las historias de los desaparecidos no las sabe nadie: no se cuentan. Lo que les pasó es un grito en el vacío. Los únicos receptores de ese alarido son precisamente aquellos a quienes les interesa ahogar su voz. “Ya nos dirán, cuando vuelvan, lo que ha sido para ellos”, dice la madre de un desaparecido en algún momento de Casas Vacías.

«Bastaba que salieras al parque para que un día, el menos pensado, no volvieras a ver a tu hijo»

Navarro no hace de su novela un panfleto político, pero de ningún modo la sustrae del contexto violento del país. Al estilo de la poeta polaca Wislawa Szymborska —una referencia constante en la obra— la autora escribe sin mitificar la tragedia que representan un niño desaparecido, un joven emparedado y una mujer asesinada.

En Casas vacías, las palabras se acomodan con voluntad propia, justo donde deben ir. El lenguaje cumple con una responsabilidad tanto ética como estética. Cuidadosamente nos recuerda que el horror es algo universal, todos hemos de pasar por ahí: “(…) la maldad, la tristeza, el peligro, la desazón está en todos lados, bastaba que salieras al parque para que un día, el menos pensado, no volvieras a ver a tu hijo”. En palabras de Szymborska: podía ocurrir, tenía que ocurrir. Ocurrió; no a ti.

La maternidad es el cristal más claro para comenzar a entender lo que significa la palabra desaparecido. Así como el cordón umbilical es el tejido que sostiene la vida de los que aún no nacen, es la maternidad el lazo que conecta a la sociedad con aquellos que no están. Con su búsqueda ineludible, con sus palas, sus varillas y sus picos, son las madres mexicanas las que irrigan esa arteria que nos une al inframundo; ese en donde ellos siguen vivos.

 

Alejandra Alegría es mexicana y  defensora de derechos humanos, particularmente de los de las mujeres, niñas, niños y adolescentes y personas en situación de vulnerabilidad. Internacionalista de formación, con estudios de Maestría en Derechos Humanos. Si bien ha escrito mucho, recién comienza a firmar.

 

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  1. Anabel Arrieta
    14 febrero, 2020

    Si el libro es tan bueno como la reseña. No queda otra opción que leerlo.

    1. Colofón Revista Literaria
      14 febrero, 2020

      Pues sí, es un gran libro. Muy pronto tendremos más reseñas Alejandra ALegíra. ¿Te gustaría que te incluyéramos en nuestra Newsletter para que no te pierdas ninguna?
      Saludos

    2. Alejandra Alegría
      14 febrero, 2020

      ¡Claro! Seguiremos con las reseñas. ¡Qué bueno que te gustó!

      1. Colofón Revista Literaria
        18 febrero, 2020

        🙂 Pronto te contactaremos. Saludos

  2. DIANA
    14 febrero, 2020

    Me encanta la reseña, precisa, acertada y emocionalmente atractiva.

    1. Colofón Revista Literaria
      18 febrero, 2020

      Diana: ¡Muchas gracias por tu comentario! Así da gusto trabajar. Un abrazo fuerte

    2. Alejandra
      19 febrero, 2020

      ¡Muchas gracias por leerla y por tu amable comentario!

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