Una novela de Álex Chico nos acerca a un Benjamin Walter que no se acaba

“Walter Benjamin parece formar parte de ese grupo de personas de las que habló Doce en una ocasión. Ese tipo de gente a la que solo se puede llegar por un puente colgante”.

Mucho se ha escrito sobre Walter Benjamin. Y es un recurso recurrente escribir sobre él en los últimos tiempos. Sobre todo, por parte de los escritores con formación filológica, quienes tienen por costumbre plantearse, cuestionar y reformular el concepto de “obra literaria”. La novela actual ha traspasado toda clasificación por géneros, a la que tan acostumbradas están las librerías. Jorge Carrión se quejaba en una entrevista de la obsesión de los libreros por ordenar los volúmenes según la temática, como si la mezcla fuera una de esas líneas rojas que se dibuja o se borra según convenga a los políticos.

Se inicia entonces la literatura fronteriza, que tiene entre sus grandes adalides a Benjamin. Sabemos que la hibridación se encuentra en el embrión de la novela moderna. Que se lo digan a los lectores de La Galatea de Cervantes: la prosa y el verso han ido siempre de la mano. No es hasta los estertores del XIX, en el mayor esplendor del género novelístico, cuando encontramos a quienes discuten dicho modelo, incluso la propia palabra “novela”. En España, por ejemplo, tuvimos las nivolas de Miguel de Unamuno; en la República Checa actual tienen las obras inacabadas de Franz Kafka. Y de la Alemania nazi echaron, de malas maneras, a Walter Benjamin por judío. En los momentos grandes, y en los más bajos, se dan las paradojas.

A principios del año 2018, Antonio Muñoz Molina publicó Un andar solitario entre la gente. Cualquiera que se acerque a dicha obra encontrará las huellas de Benjamin en sus paseos de flâneur, como una colección textos benjaminianos, sin orden definido. Luego llegó el libro del superventas Fernando Aramburu, Autorretrato sin mí. Allí, la narración costumbrista, el ensayo filosófico y la prosa poética conviven en harmonía. Parece que se pudiera escribir de cualquier manera, de cualquier cosa, siempre y cuando se escriba bien. Pero resulta que a veces los grandes llegan más tarde porque viajan en la popa, donde la vida de los marinos que se hacen a la mar, que es la escritura, es más cómoda: se duerme caliente y se come mejor.

Antes de esos libros se publicó Un final para Benjamin Walter en la editorial Candaya. De profesión docente, de formación filológica, de talento crítico y de alma escritora, Álex Chico compuso una obra adelantada. Y de las que pueden encontrarse, títulos catedralicios aparte, será la novela de Chico, para muchos, la mejor forma de aproximarse a la figura de Benjamin. La literatura es caprichosa y es ella quien oscurece o ilumina la pluma de los narradores, sin atender a cuestiones prosaicas como la fama.

Las ideas quizás sobrevuelan la historia y los escritores las captan, las transforman y las transmiten como obras artísticas. Esa magia explicaría que muchos autores, a lo largo de los siglos, hablaran de lo mismo, de manera similar, sin la necesidad de haberse leído mutuamente, como tanto doctorando sostiene, a veces, en misterios biográficos y quizá similares al dadaismo.

“Así transcurre la historia, como un continuo de sucesos condenados a la destrucción”

No sabemos cómo murió Benjamin. Sabemos que, huyendo de la Francia recién invadida por Adolf Hitler, llegó a la España franquista, a una localidad fronteriza del norte de Cataluña: Portbou. La versión oficial dice que se suicidó, la popular sostiene que lo mataron los agentes de la Gestapo. Lo fundamental es que acabó como tantos otros ayer y hoy: por culpa de la guerra. ComoAntonio Machado, como Federico García Lorca, como un exiliado. Al menos tenemos el lugar donde detuvo su marcha, “un lugar de paso que nunca deja de estar en movimiento, porque todo se convierte en un estado momentáneo, como un centro fugitivo que no deja de saltar de círculo en círculo”, según escribe Chico. Un lugar como cualquiera.

“Así transcurre la historia, como un continuo de sucesos condenados a la destrucción”. Y así avanza la novela en sentencias demoledoras que invitan a la reflexión y al paseo por lo sublime, por lo olvidado de la cotidianidad. Nadie reparó en el lugar de su final para hablarnos de Benjamin. Pero Chico pasó allí semanas, recorriendo sus calles desiertas en invierno, “con ese tono lúgubre, deprimente, de ciertas zonas costeras, como un complejo vacacional a medio camino entre lo cutre y lo decadente”.

Para él, el lugar constituye un pilar maestro de la novela. Y es que “toda la literatura de Benjamin hace referencia a esas últimas horas en Portbou: […] Benjamin practica, casi sin saberlo, una escritura del presagio, una literatura de la anticipación”. No solo de su propia biografía, sino de una parte amplia de la literatura europea, que hoy encuentra en sus escritores más actuales las mismas aspiraciones de enredar lo fugitivo con palabras.

“Benjamin practica, casi sin saberlo, una escritura del presagio, una literatura de la anticipación”

Entonces la frontera no solo es física, sino conceptual. Por su parte, Chico practica la literatura que sale del cuaderno del paseante, de los bolsillos de un flâneur que rescata los precios de la cultura, ya desmantelada, en la playa de la posmodernidad. Y es que Benjamin era, como Baudelaire, un escritor del siglo XIX, y como ese poeta, se topó con el progreso quedándose quieto, despreciando su tiempo, como si fuera una mariposa que va a posarse encima de lo estático y a huir de las carreras alocadas de quienes la persiguen.

“Y vuelvo a preguntarme si es posible encontrar y traducir una idea que se introduzca en el presente a través de la lectura del pasado, si la escritura puede conducirnos hasta el origen y nos ayuda a reinterpretar lo antiguo, como una fuente de conocimiento que aún encierre un buen número de posibilidades”. Los libros y el saber plantean preguntas. Hay quienes no soportan la duda. Para ellos, la ideología, para los que sí, la biblioteca.

 

Ricardo Rodríguez Boceta (@rodriguezboceta) es profesor y músico. Colabora con las revistas Visor LiterariaAlmiar y Otra parte, entre otras.

 Si te gustó esta reseña, te invitamos a que leas la reseña de Antes del Hurcán, de Kiko Amat.

Tags:
0 shares

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *