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Juan Gómez Bárcena: «Me interesa de qué manera nuestra consciencia distorsiona la realidad»

La obsesión de Juan Gómez Bárcena es indagar en cómo la ficción puede acabar convirtiéndose en realidad si uno se lo propone. Este es el fundamento de su novela El cielo de Lima, que será publicada próximamente en Alemania, después de una buena acogida de la crítica en España. Allí la anécdota sobre Georgina Gübner, el personaje de la ficción que capturó el corazón de Juan Ramón Jiménez, se convierte en una novela sobre la influencia de la literatura en nuestras vidas.

“Me interesaba la figura del poeta que idealiza tanto a la mujer que le es posible enamorarse de alguien que es solo una ficción”, señala el autor nacido en Santander en 1984 para quien tal contradicción era más importante que la imagen histórica del poeta español, a pesar del status de canon del que goza el autor del célebre Paltero y yo (1914), pero también de poemarios Almas de violeta (1900) y Arias tristes (1903). En un primer momento, su idea era escribir un relato con la anécdota que estaría incluido en un libro que se proponía completar en México DF gracias a la residencia de seis meses patrocinada por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Pero se sentó a escribir e hizo de un tirón el primer capítulo de lo que era ya una novela. Era un proyecto de largo aliento. Así que dejó esta idea aparcada durante dos años porque “sabía que era una novela y al mismo tiempo no lo sabía”. Y eso le causaba temor. “Pero poco a poco y a fuerza de ir anotando ocurrencias en una libreta se me fueron ocurriendo ideas de cómo darle un carácter novelesco a la historia”, añade el autor que ahora prepara una novela sobre el Holocausto ambientada en Budapest. Ese es el aliento que infunde vida a las ficciones de Gómez Bárcena: la obsesión por el pasado que le viene de su formación profesional en Literatura Comparada e Historia por la Universidad Complutense de Madrid y el sentido común que complementa su oficio de autor.

– Creo que es interesante el momento y el lugar en el cual se sitúa la obra: Lima, 1904, en tiempos de la huelga de Callao, con la cual los obreros peruanos demandaban una jornada labora de ocho horas. ¿Fue casual esta selección o intentabas hacer una conexión entre la situación de aquél Perú y el presente?

– Ambas cosas. La ambientación me dio la novela. Tenía alguna idea de los hechos que quería incluir, pero fue investigando para lograr el ambiente que fui construyendo las acciones incluidas en la novela. Por otro lado, también quería establecer conexiones con el presente, aunque esto fue algo que surgió a posteriori. Lo que me interesaba con la huelga obrera es entender cómo los personajes, incluso aquellos que son empáticos, no terminan nunca finalmente de acercarse y entender al obrero, de la misma forma que nosotros no nos solidarizamos con el Tercer Mundo. Ahora nos parece absurdo saber que al lado tuyo tienes a una persona que está ganando mil veces menos que tú y creemos que no seríamos capaces de tolerar esto y el caso es que esto ocurre acaso a cien kilómetros de nosotros.

«Nos parece absurdo saber que al lado tuyo tienes a una persona que está ganando mil veces menos que tú y creemos que no seríamos capaces de tolerar esto y el caso es que esto ocurre acaso a cien kilómetros de nosotros»

– La psicología está muy presente en tu obra: ¿cómo esta disciplina te ayuda a escribir o te lo dificulta?

– El psicoanálisis me resulta una afición creativa porque me ayuda a ser más consciente de cuáles son mis obsesiones y, quizá, incluso a entender por qué. Pienso que el psicoanálisis es otra forma de ficción: no creo que el lenguaje psicoanalítico te describa una realidad, pero lo importante es que son ficciones que ayudan a vivir y sirven para que el paciente introduzca una serie de situaciones en un discurso y vivir ese discurso de una manera más agradable de lo que era tu vida anterior. En la novela que estoy escribiendo ahora me estoy metiendo en un juego psicológico complejo, pues me interesa de qué manera nuestra consciencia distorsiona la realidad que no es falsa ni verdadera, sino distinta.

– ¿Cómo supiste que te ibas a dedicar a escribir?

– A los cinco, cuando prácticamente estaba aprendiendo las letras ya yo decía que iba a ser escritor. Pero sí que ha habido momentos en que pensé que no lo lograría. Me ha costado publicar más que obtener becas. Y si estoy escribiendo hoy es gracias a las becas.

«Me ha costado publicar más que obtener becas. Y si estoy escribiendo hoy es gracias a las becas»

– ¿Qué libros te trajeron hasta la escritura?

– Jorge Luis Borges, por la idea de lo fantástico interfiriendo con lo real. Y también Roberto Bolaño, que me interesa mucho. Los relatos de John Cheever, también. Pero principalmente Borges, con quien tuve la sensación de que todas sus ideas ya estaban en mi. Por su puesto que eso es un equívoco. Uno se configura como ser humano lector y aunque no haya leído a Borges los autores que uno lee sí lo han hecho y te ha llegado por algún lado. Pero de entrada, la sensación fue de que ese tío me había estafado.

– ¿Cuál crees que sean los desafíos de tu generación de escritores?

– Conseguir un entorno en el que las editoriales independientes donde publicamos puedan sobrevivir. En estas editoriales tienden a publicarse libros de calidad y, sin embargo, sabemos que esas cuentas no cuadran nunca y que todos esos editores están a dos fracasos de cerrar.

 

Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

 

La foto de Juan Gómez Bárcena  es de Isabel Wagemann.

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