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Rodrigo Blanco Calderón: La impunidad en Latinoamérica hace inverosímil la idea de que un detective resuelva un caso desde la deducción

La medianoche de una fecha cualquiera del año 2002, Rodrigo Blanco Calderón estaba en una parada esperando el último autobús de la jornada para que lo llevara a casa cuando un motorizado de tez muy blanca y de poblada barba roja se paró a su lado. El escritor venezolano pudo ser víctima de un atraco o morir allí mismo de una herida de bala. En su país, más de 80% de los delitos los comenten los motorizados. Pero el hombre se había parado a su lado para entregarle un papel varias veces doblado. Se trataba de una “advertencia apocalíptica sobre la sombra que se cernía sobre Venezuela: apagones de luz, la invasión ‘castro-comunista’, el hambre”, recuerda el también fundador de la editorial Madera Fina. En aquella época Hugo Chávez Frías no había terminado el primero de sus tres mandatos seguidos en Venezuela y era una época de popularidad para la llamada Revolución bolivariana. Pero diez años después, cuando a penas meses antes de que muriera el caudillo y durante una crisis energética cuyos frecuentes apagones dejaban a la mitad del país sumido en el atraso y el miedo, Blanco Calderón se dio cuenta de que aquello que le había parecido “el delirio paranóico” de una madrugada urbana se había convertido en realidad. Así nació The Night, el libro que el año pasado se ganó el premio Rive Gauche à Paris, en la categoría de mejor novela extranjera.

«Es una novela que se adentra en la experiencia del mal urbano contemporáneo. (…) Los juegos de palabras son una especie de oráculo que anticipa lo que después sucede en la realidad»

Luego, el también autor de los libros de relatos Una larga fila de hombres, Los invencibles y Las rayas comenzó a urdir la trama de un relato policial en el que aparecen varios personajes de sus cuentos como Miguel Ardiles –que está en todos sus libros– y también Pedro Álamo y Sarita Calcaño (de Los invencibles). En la confección del argumento, el autor nacido en Caracas en 1981 que ahora vive en París comenzó a temer la imposibilidad de describir la realidad venezolana con palabras y cuando el problema filosófico entró al mundo de la lingüística tomó cuerpo el trabajo del mítico autor de palíndromos venezolano Darío Lancini. Es así como en la novela entró la pretensión de otra forma de pesquisa: la pesquisa del lenguaje y su relación con el mundo vivido.

– Un atributo de The Night es su estructura mixta, en la que integras al relato policial ambientado en 2010, durante la crisis energética venezolana, el otro de la vida y obra del palindromista Darío Lancini, ¿Qué relaciones se presentan entre una y otra parte de la novela? ¿De qué manera la realidad venezolana es también un palíndromo?

La novela está dividida en tres partes (cuatro, si contamos el “epílogo”), pero es cierto que en el fondo hay dos zonas bien definidas, aunque entrelazadas en la urdimbre de los capítulos. Por una parte, es una novela profundamente formalista, en el sentido de que sus personajes parecen sólo interesados en la literatura y más específicamente en los juegos de palabras. Por otra parte, es una novela que se adentra en la experiencia del mal urbano contemporáneo. El puente entre ambas está en la preocupación por el lenguaje. Los juegos de palabras son una especie de oráculo que anticipa lo que después sucede en la realidad.

– La propuesta de novela se refiere a la necesidad de convertir la realidad en otra cosa diferente a la vivida a partir, no sólo del cambio del orden de las cosas –como las letras en los palíndromos–, sino a partir de la búsqueda de su significado. Es por eso que casi todos los personajes principales de la novela son una forma de hermeneuta: el psiquiatra, el escritor, el mismo Lancini, por ejemplo. Y visto que apuestas por el género policial me pregunto si has conseguido utilidad a la literatura en el gran fresco de atrocidades que es la realidad venezolana. ¿Crees que el policial es el gran género narrativo del siglo XXI o más bien piensas que es el único que puede narrar la realidad de Venezuela y América Latina?

– Sí, es cierto que todos los personajes parecen estar buscando algo, un sentido oculto. Al menos, los personajes de Pedro Álamo, Matías Rye y Miguel Ardiles. En ese sentido, hay algo detectivesco en ellos. No obstante, la novela habla precisamente de la crisis o de la imposibilidad de adaptar el género policial a la realidad venezolana. Incluso, latinoamericana. Los niveles de corrupción, criminalidad y sobre todo impunidad que hay Latinoamérica, hacen inverosímil la idea de que un detective resuelva un caso por sus habilidades deductivas.

En Venezuela, cuando hay un crimen todo el mundo sabe quién lo cometió. El problema no es descubrir al autor material ni a los autores intelectuales. El problema es quién puede lograr meterlos presos. Y una vez presos, impedir que se transformen en unos delincuentes aún más peligrosos. En ese contexto, la figura de un detective, en cualquiera de las variaciones de la novela policial y negra, es inútil. Incluso, risible, aunque parezca grotesco.

«Este año volví a leer Cien años de soledad y es un prodigio intacto. No me pasó lo mismo con Rayuela, de Cortázar, que también volví a leer y que me parece ha envejecido bastante»

– Me interesa la alusión al “realismo gótico” que haces en la novela, cuando dices que el “realismo mágico” se limitó a maquillar el atraso y la pobreza latinoamericana, mientras que el “gótico”, del que presumo que te sientes parte, “encuentra la verdad y la belleza desnudando, escarbando”. ¿Te parece que los latinoamericanos en general y venezolanos en particular hemos superado la literatura de los abuelos? ¿Crees que la definición de realismo gótico puede extenderse a una tendencia particular de la narrativa venezolana en donde la narración de la cotidianidad en su forma más realista lleva al lector al asombro y la angustia más propios de la literatura fantástica?

– El realismo mágico lo entiendo como una categoría que permitió leer a América Latina desde la literatura. O, también, una categoría que refleja cómo ciertos escritores latinoamericanos leyeron la trama de sus propios países. Sin embargo, me cuesta identificar esa categoría con el territorio así como con la literatura de estos países. Lo veo como una metáfora doble, tanto de la realidad como de la literatura latinoamericana durante un momento dado (entre los años 30 y los años 70 del siglo pasado). En ese sentido, la crítica que en mi novela pudiera haber hacia el realismo mágico apunta más hacia el segundo término de la relación. Como lo señaló Sartre: eso que llaman “color local” no es otra cosa que la miseria. Pero me parece una crítica un poco superficial. De hecho, la hace el más superficial de los personajes: Matías Rye. Un escritor fracasado. Este año volví a leer Cien años de soledad y es un prodigio intacto. No me pasó lo mismo con Rayuela, de Cortázar, que también volví a leer y que me parece ha envejecido bastante.

– Además de ciertos personajes, ¿qué relaciones encuentras entre tus libros de cuentos como Una larga fila de hombres y Las rayas y The Night?

– En Las rayas es donde por primera vez aparece la obsesión como imán que atrae y condena a algunos de mis personajes. Y los personajes de The Night, todos, están enfermos de obsesión.

 

Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

La foto de Rodrigo Blanco Calderón es de Luisa Fontiveros.

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  1. Me gustó mucho esta entrevista. Leí The Night hace unos meses y me impresionó mucho. Creo que es una novela que hay que releer.

    1. Colofón Revista Literaria

      Te recomendamos nuestra reseña para que tengas nuevas claves para tu lectura: http://www.colofonrevistaliteraria.com/asesinatos-juegos-palabras-the-night-rodrigo-blanco-calderon-narra-la-realidad-venezolana/
      Gracias

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