Las memorias familiares de Nona Fernández construyen un territorio Chilean electric

La historia familiar cuando se entronca con el pasado histórico de un país es el tema del libro de una centena de páginas escrito por Nona Fernández y publicado en España por la Editorial minúscula. A medio camino entre una novela breve y un extenso poema en prosa, Chilean electric cuenta la primera vez que fue iluminada de forma artificial la Plaza de Armas de Santiago de Chile a finales del siglo XIX, a través de una narradora tan entrañable como poco creíble: una nieta que recuerda con las reminiscencias de su abuela.

“La niña rubia era muy niña y me dijo que miraba todo sin soltar la mano de su madre porque no terminaba de entender lo que pasaba. El brillo de las ampolletas era tan potente que hizo desaparecer las sombras de la plaza”, escribe la autora que en 2016 fue distinguida con el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, durante la Feria del Libro de Guadalajara, por su novela La dimensión desconocida.

El problema es que la abuela nació en 1908, después de la llegada de la electricidad al país del Cono Sur. Así que el recuerdo es falso: “La ceremonia de la luz fue en 1883, apenas cuatro años después de que el iluminado Thomas Alva Edison hubiera patentado su lámpara eléctrica incandescente; el mismo año en que la guerra del Pacífico contra Perú y Bolivia llegó a su fin, consolidando la propiedad y la fortuna del salitre para Chile; y exactamente veinticinco años antes de que ella, la niña rubia, la mujer sin ombligo, mi abuela, protagonista de la escena narrada, naciera.”

Esa alternativa la aprovecha muy bien la autora para tejer una preciosa trama de metáforas en donde, por un lado, se encuentra la luz que gracias a la electricidad ilumina los pasajes más oscuros de la historia chilena y, por el otro, aparece la escritura, que es el soporte fundamental de la memoria. “Quizá ese sea el mensaje oculto dejado por mi abuela, el encargo que circula en esa escena que inventó para mí: iluminar con la letra la temible oscuridad”, escribe la autora nacida en 1971, una decena de páginas antes de llegar al final de la publicación.

“Mi labor se resume a registrar”

Entre el falso recuerdo y la consagración de la autora como iluminadora del pasado pululan una serie de imágenes líricas; acaso tambén dramáticas en el sentido teatral de la palabra, porque Fernández es también dramaturga y actriz. Una es la de la vieja máquina de escribir Remington donde se salta la letra “h” y se han borrado las grafías de las letras “a” y “c”. Otra es la del ojo izquierdo mirando desde el vacío de un charco de sangre hacia el cuerpo inerte de un niño asesinado a golpes por los carabineros en la Plaza de Armas, en 1984, durante la dictadura militar de Chile. La más esperanzadora es la de la lámpara del velador del lecho mortal de la abuela, mientras la anciana abandona la vida en brazos de la nieta que se ha comprometido a espantarle los miedos con la luz de su vocación de escritora; porque escribir, según anota en Chilean electric es “iluminar con la letra la temible oscuridad”.

 

Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

 

Si te gustó esta reseña, quizás disfrutes la del libro de otra autora chilena, Isabel Mellado: «La vida es una partitura en la novela Vibrato». 

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