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Largo, la novela clásica de José Balza, ahora en formato digital

La primera edición de Largo data de 1968. En ese momento, José Balza estaba por cumplir treinta años y ya había publicado algunos artículos de prensa y un libro: Marzo anterior. Era un autor en formación, pero con Largo haría un aporte esencial a la narrativa latinoamericana de vanguardia. Esto lo acaba de reconocer el sello digital español Musa a las 9 que incluyó a la novela breve en su colección de clásicos contemporáneos, Biblioteca Brodie.

El hombre que ahora se sienta en la silla “M” de la Academia Venezolana de la Lengua inauguró con la obra que narra los tres últimos días en la vida de su protagonista los recursos del estilo que le distinguen por encima de otros de su generación; me refiero a una elegancia apolínea, cuya erudición se ramifica como el intrincado laberinto de lagos, riachuelos y caños que serpentean en la selva de la vega del río Orinoco. Allí se crió el autor nacido en el delta del Orinoco en 1939 y es ese su refugio, a donde escapa con frecuencia. Debido a sus incontables ramajes semánticos, Julio Cortázar calificó la literatura del venezolano como honda y fascinante. “Uso los términos a sabiendas porque en la literatura latinoamericana actual suele haber mucha fascinación sin hondura”, recalcó el autor de Rayuela durante una visita que hizo a Venezuela en 1976.

Ya desde Largo se observa la vocación universal del también autor de Percusión porque remite al canon occidental a través de símbolos tomados de la Divina Comedia y del uso de la estructura tripartita que recomendaba Aristóteles para la ficción. También se observa su correspondencia con la tradición letrada de su país. Porque en el protagonista, Balza sintetiza dos personajes típicos de la vanguardia venezolana: el soñante y el guerrillero. El protagonista de esa novela breve avanza por la vida guiado solo por el discurso de su propia memoria y se embarca con el mismo recelo en la lucha izquierdista que en las relaciones sentimentales. “Comprendí de pronto que nosotros, aunque compactos, unidos, carecíamos de conexión con lo demás”, escribe Balza en un episodio en que el grupo de jóvenes salvan a un camarada: “Los disparos y la salvación del compañero bullían, pero como fenómeno único; todo permanecía en suspenso y nítido, como si la continuidad temporal que estaba en los acontecimientos se hubiese roto”.

La crítica a las acciones aisladas y, en la mayoría de los casos desarticuladas de la guerrilla venezolana, donde había más efectismo que trascendencia, se deja colar por esa cita, incluso en todo el pasaje de Largo dedicado a la lucha armada, uno de los tres días. Ante ese episodio de la historia reciente del país que cuenta Balza, el lector llega a preguntarse si en esas acciones violentas de la izquierda había un objetivo más allá de desestabilizar, o de tumbar al gobierno de turno. Para entender este enorme vacío, que avanza en círculos dantescos, del cual habla la obra de Balza bastaría con preguntarse si la guerrilla tenía un plan de gobierno, una idea de país. Y allí está la prosa, donde la acción misma es la única esfera de importancia del guerrillero: “Sé que en el instante preciso aún ella [mi piel] desaparecerá: me haré pura acción, un plan que se cumple, esquemáticamente, por sí mismo. El acto debe ser, nada más; debe desplazar lo demás, incluida la misma fe con la cual fue creado y persistir, único, intemporal, sobre la propia vida de quien lo cumple”.

No creo que pueda decirse que Balza vio a través de los modos de los varios grupos armados de izquierda de la década de los años sesenta. Me refiero a esto porque el propio autor tuvo una brevísima incursión en la guerrilla, de la que se desilusionó muy temprano porque no encontraba entre sus miembros adeptos a la lectura. Esto no evita que la novela que nos ocupa ofrezca una visión estética del guerrillero. “La belleza del desastre” es la frase que describe el juego de luces que se establece cuando una granada explota en el oleoducto durante el amanecer. Más adelante describe con talante poético la detonación: “No hay cielo ahora sino cavernas negras y azules. Desde el fondo de ellas el sol emerge, tiernamente, distorsiona formas y colores y enceguece”.

Porque el universo de Balza, mesurado hasta en su violencia, está hecho de luces y sombras, de pasado y presente, de canon y vanguardia, Largo es una obra de lectura fundamental para entender la literatura venezolana y acaso el momento mismo en que la izquierda latinoamericana soñaba con madrugadas cuando el desastre podía aspirar a la belleza.

 

Michelle Roche Rodríguez

@michiroche

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