Cynthia Ozick: La tensión y el contraste en la escritura

La tensión entre la herencia europea y la estadounidense es la piedra angular de la literatura de Cynthia Ozick. La autora nacida en el Nueva York en 1928 era hija de un matrimonio judío de inmigrantes rusos. Su desarrollo profesional ocurrió a mediados del siglo XX cuando un nutrido grupo de intelectuales hebreos de izquierdas que apostaban por la supremacía de la literatura en un entorno literario dominado por escritores los blancos, anglosajones, protestantes y… hombres. Aunque las particularidades de género son las que menos le preocupan a la autora de Los papeles de Puttermesser, cuyo renombre internacional llegó tardíamente. Hoy, con noventa años de edad, su obra empieza a conocerse en profundad en varias culturas, incluida la hispanohablante, gracias a las ediciones que de su obra han hecho los sellos Lumen y Mardulce.

Educada en la dicotomía entre la herencia judía cosmopolita europea y la consagración de Estados Unidos como el melting pot de culturas —la mayoría tratadas entonces como segundonas del protestantismo— es característico de su pensamiento, así como de sus personajes de ficción, el contraste. Ambos se articulan a partir del ejercicio de establecer diferencias. Esto se ve muy claro en su manera de escribir ensayos y, un poco menos, en sus ficciones. Sin embargo, un flamante ejemplo de este ejercicio en sus novelas es el director de escuela que protagoniza La galaxia caníbal. Cuando era joven, el judío francés Joseph Brill se salvó, a fuerza de esconderse, de ser deportado a un campo de concentración nazi. Eso lo convenció de que estaba llamado a ser un hombre de alta espiritualidad, pero sus ambiciones se frustran y se pasa la vida en la Escuela Primaria Edmond Fleg, un enclave de mediocridad en un anodino pueblo del Medio Oeste de Estados Unidos. “Se veía a sí mismo en el centro de una Norteamérica cenicienta, dirigiendo una escuela de reputación media (aunque fingiera que era superior), asediado por padres medios con sus proles medias, Todo era una sorpresa para su edad madura, pero una sorpresa tamaño medio”, piensa el hombre que en su juventud apuntó con su telescopio a la grandeza de las galaxias.

 

El ensayo: contraste y profundidad.

Sus ensayos hablan también de la difícil relación entre la vocación literaria y el mundo cotidiano. No cree Ozick en el estereotipo del escritor (o escritora) arrogante cuya profesión lo arrastra todo, verdaderos “derviches de la inspiración”, como su sarcasmo los identifica. Lo que ocurres es que todos los escritores han debido de darse “permiso para escribir”, acción que radica en una promesa de amor a la literatura que la coloca por encima de cualquier otro compromiso. “La mayor parte de los escritores son más modestos y también más razonables y no se presentan a sí mismos como criaturas desenfrenadas ni privilegiadas, movidas por la fuerza celestial. (…) [Pero] Cada veinte años faltan a una cena. (…) A la larga, estos laboriosos ciudadanos-escritores terminan desenmascarados y acusados. Acusados de elitismo. Acusados de snobismo. Acusados de amar más a los libros y la erudición que su propia carne y su propia sangre”, escribe en la pieza “Sobre el permiso para escribir”, incluida en la colección de textos Metáfora y memoria: Ensayos reunidos, traducidos por Ernesto Montesquin para la editorial argentina Mardulce, la primera publicación en castellano de la no-ficción de esta permanente candidata al Premio Nobel.

“Las galaxias bien podrían ser la alternativa posible a algún principio aún no demostrado en la Materia. Y el Director mismo, ¿no era también la alternativa posible de otro hombre que podría haber estado allí, de pie sobre la arena fría?”

La galaxia caníbal

El libro citado se divide en dos partes: “Temas” y “Autores”. Aquí se encuentra sintetizado el credo literario de Ozick. En la primera se refiere a los asuntos principales que ocupan al autor contemporáneo, como el llamado de la vocación, la relación entre trabajo y vida cotidiana, el significado de la literatura y el papel del autor en esto que llamamos “modernidad”, sin dejar de lado, por supuesto el tema fundamental en la actualidad de las relaciones entre géneros.

En la segunda parte se encuentran 12 ensayos sobre la obra y personalidad de otros escritores como Susan Sontag, Henry James y Franz Kafka, entre otros. Sus ensayos desconciertan por revelar lo menudo en las cosmovisiones. Pero no llegan a eso a través de la barata exposición de anécdotas desconocidas, sino de la reflexión desde perspectivas alternativas sobre los hechos. Un ejemplo de eso es su ensayo “La señora Virginia Woolf: una loca y su enfermero”, donde analiza la relación de la escritora con su esposo, Leonard Woolf, a través de aspectos las diferencias de clase y religiosas entre ellos que han escapado a sus biógrafos tradicionales. Otro ensayo díscolo es el referido a la vida del joven León Tolstoi, donde lo retrata como un “apóstol del deseo”, un hombre arrogante en sus primeros años de escritor, un conde que ejercía como tal, en contraste con la imagen del socialista furibundo que pasó sus últimos días en la inopia para vivir entre los campesinos.

“Todo lo que existe bajo el sol puede ser tema de un ensayo, por más trivial que sea”

Metáfora y memoria

La vocación revoltosa de su pensamiento crítico va unida a su teoría de cómo debe ser un ensayo. “El ensayo no está destinado a las barricadas; es un paseo por los laberintos mentales de otra persona”, escribe la autora traducida a más de 15 idiomas: “Es una fuerza destinada a obtener un consentimiento. Se apropia del consentimiento, lo corteja, lo seduce. Porque durante la breve hora que nos entregaremos a él es seguro que nos rendiremos convencidos.”

He allí el mensaje fundamental de su obra. Porque también se encuentra en su narrativa de ficción: la necesidad de profundizar en cada cosa, comprender las ideas que fundamentan nuestras a vidas hasta lograr que las nociones fundacionales queden reducidas a su piedra nuclear. Y, aún así, seguir dudando.

 

Michelle Roche Rodríguez (@michiroche) es narradora, periodista y crítica literaria. Es autora del libro de relatos Gente decente (Premio Francisco Ayala, 2017) y del ensayo Madre mía que estás en el mito (Sílex, 2016). Su página web es http://www.michellerocherodriguez.com

 

 

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