Beatriz Gimeno: Mujeres de otro tiempo… que son de este

Resuenan en estas páginas las voces, silenciadas durante mucho tiempo, de un grupo de mujeres luchadoras que vivió la guerra civil y tomó parte en ella para oponerse al franquismo y construir un mundo mejor. Aquí hablan militantes del poum, milicianas y anarquistas que fueron capaces de romper barreras que parecían de hierro forjado; activistas de una revolución todavía más profunda que aquella que emprendieron sus compañeros obreros. Ellas también eran revolucionarias, pero estaban destinadas a ser novias, esposas y madres, a acudir a la iglesia, a cuidar de su casa y de sus familias. Y, sin embargo, decidieron rebelarse, se deconstruyeron y volvieron a construirse para ser capaces de enfrentarse no solo a los patronos o a la Iglesia, sino también a sus propios compañeros. Tuvieron que hacer dos revoluciones, o muchas más.

Para que nos hagamos una idea de la importancia que alcanzaron las organizaciones de mujeres en los años del Frente Popular, basta decir que el grupo anarquista de Mujeres Libres llegó a tener casi veintinueve mil asociadas en un momento en el que el Partido Comunista contaba con solo veinticinco mil inscritos entre hombres y mujeres. Estas activistas, anarquistas y comunistas, no lo tuvieron fácil, puesto que les fue necesario liberarse del yugo familiar, del yugo de una educación católica especialmente represiva con las mujeres y del yugo de una cultura patriarcal. Lo hicieron aprendiendo a leer por su cuenta, aprovechando cada minuto libre del día para formarse, para ir a clase después de salir de las agotadoras jornadas en la fábrica, para acudir a debates políticos en los que tenían la oportunidad de liberarse de la sumisión a la que estaban abocadas como mujeres. Tenían hambre de aprendizaje. Se formaron y enseguida se organizaron políticamente; después fueron al frente, llenaron las cárceles franquistas y los campos de concentración franceses; se exiliaron y tuvieron vidas extraordinarias, muy diferentes de aquellas que se vieron obligadas a vivir las españolas que permanecieron en el país, donde el franquismo lo cubrió todo de gris. Se suele hablar de lo que supuso el franquismo en términos de derechos políticos, pero pocas veces se habla de lo que supuso para esas mujeres, convertidas en sombras por el régimen, vaciadas, anuladas en su esencia.

Las mujeres republicanas lucharon por su emancipación y finalmente perdieron, pero antes de la derrota vivieron un momento luminoso. Un instante que Pepita Carpena describe así: “Esas mujeres se parecían a los árboles que, cuando llega la primavera, se disponen a florecer. Esta es la imagen que yo tenía de ellas, como si todas sus emociones hubieran estado encerradas en un corsé apretado y, de repente, desabrochándolo, salieran de golpe”. Llegaron a cuestionarlo todo, y sus voces aún nos sorprenden y nos emocionan.

“Esas mujeres se parecían a los árboles que, cuando llega la primavera, se disponen a florecer. Esta es la imagen que yo tenía de ellas, como si todas sus emociones hubieran estado encerradas en un corsé apretado y, de repente, desabrochándolo, salieran de golpe”

La historia de los militantes revolucionarios de los primeros años del siglo xx en España nos muestra cómo de intensa llegó a ser la esperanza de los oprimidos y todo lo que pusieron en juego para conseguir las vidas dignas que desde siempre les habían sido negadas. Lucharon en su patria y después extendieron su lucha contra el fascismo por toda Europa. Pero esa historia ya se ha contado. La que no se ha contado es la historia de las luchadoras. Por eso, cuando leemos o escuchamos sus testimonios, no podemos sino sobrecogernos al comprobar lo absolutamente actuales que son sus voces. Emocionan y sorprenden las palabras de mujeres de más de ochenta años porque suenan exactamente igual a mucho de lo que nosotras, más jóvenes, diríamos. Y también nos confirman que hay cuestiones en las que parece que las mujeres no avanzamos nunca.

Ellas, como nosotras, tenían dos batallas que librar, una doble lucha que las obligó a emprender dos revoluciones: una pública y una privada. Sorprende también lo lejos que llegaron en algunos aspectos. Educadas en una moral todavía más represiva y desigual con las mujeres que la actual, ellas fueron capaces de llegar casi al mismo punto en el que nos encontramos nosotras ahora. Atravesaron lo que parecían murallas de hormigón armado, las hicieron pedazos. Discutían de todo: de sexo, de prostitución… defendían una sexualidad gozosa para las mujeres, el amor libre, el aborto, la anticoncepción. Las palabras pronunciadas por estas mujeres de una generación lejana en el tiempo nos recuerdan de dónde venimos y dónde estamos. No deja de asombrarnos que sean las mismas luchas, que encontremos las mismas resistencias.

«Las palabras pronunciadas por estas mujeres de una generación lejana en el tiempo nos recuerdan de dónde venimos y dónde estamos. No deja de asombrarnos que sean las mismas luchas, que encontremos las mismas resistencias»

Las mujeres cuyas memorias rescata este libro llevaron a su máxima radicalidad la revolución, que consistió en cambiarse a sí mismas primero, a sus compañeros después y, a través de esa transformación profunda, cambiar todo lo demás. Lo apostaron todo: se ocuparon de las fábricas, las escuelas y la calle, se esforzaron al máximo por hacer de cada una de sus vidas un ejemplo de compromiso político y personal. Las mismas que defendieron las libertades de la mujer, lucharon también para cambiar la correlación de fuerzas en la España de los años treinta.

Lo que ellas cuentan ha de servirnos ahora, cuando el neoliberalismo atroz está sumiendo en la pobreza a un sinfín de personas y condenando millones de vidas. Conviene no olvidar la naturaleza de su lucha: estas militantes fueron perseguidas, encarceladas, asesinadas en muchos casos, incluso por sus supuestos camaradas. Cuando llegó la guerra, todos quisieron recluir de nuevo a las mujeres en casa, pero ellas habían probado la libertad y no quisieron irse. Los hombres pensaron que, en tiempos de guerra, los problemas de la mujer debían pasar a un segundo plano. Ellas, por el contrario, comprendieron que todo va unido y pelearon por su libertad hasta el final. El trabajo que Isabella Lorusso está haciendo para perpetuar las voces de estas mujeres, para rescatar y conservar su memoria, es impagable porque ahora las necesitamos más que nunca.

 

Beatriz Gimeno es escritora y activista feminista y por los derechos LGTB. Ha publicado varios libros sobre feminismo, lesbianismo y sexualidad, además de novelas, poesía y relatos. Entre 2003 y 2007 dirigió la federación española lgtb. Su mandato coincidió con la aprobación en España del matrimonio igualitario.

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